Por: Walter D. Poppe
Villa.
La primera historia se desarrolla así: Son
las 19:15 horas y el paciente hace lo posible para llegar a su cita médica en
un consultorio particular, un contratiempo lo demoro en su llegada a su cita
por quince minutos. Ya en el consultorio
ingresa saludando a la recepcionista, quien no contesta el saludo y
directamente lo recrimina por el atraso sucedido. No conforme con esto la
recepcionista alega que no lo atenderán
por su retraso, el paciente piensa dentro de sí que es cierto que llego tarde
por el contratiempo ocurrido pero que no
era necesario que la persona que lo atendía tenga un trato tan agresivo y mucho
menos en un ambiente donde el paga por el servicio. Al final el paciente
prefiere ceder y resignarse a ser reprogramado para una nueva cita y a haber
ido en vano a dicho consultorio. Sin buscar entrar en una disputa por querer
insistir en ser atendido, se retira y despide cortésmente pasando por alto la
actitud grosera de quien lo atendía.
Otra historia cuenta lo siguiente: Era un
día previo a la fecha de aniversario patrio del país. Por tanto los desfiles
son una marca típica en la ciudad. Juanito un niño de aproximadamente 9 años de
edad, como muchos niños pertenece a una escuela primaria en la cual el cuadro
de honor de los mejores estudiantes desfilan abanderados con una banda como
distintivo de ser estudiantes aplicados. Sin embargo Juanito no es un
estudiante destacado. Noche antes Juanito comenta en casa que habrá el desfile
en la cual su escuela está participando, pero por su edad o por alguna otra
razón no menciona el detalle de la restricción. Entonces la mamá lleva al niño
al desfile a la mañana siguiente, por su puesto allá en el lugar de la concentración
la mamá se entera de dicha restricción pero ella decide que su hijo desfile de
todas maneras haciendo caso omiso de la restricción. Pasado el desfile y a los
días posteriores, el profesor de su clase reclama a Juanito delante de todos
sus compañeros de forma descortés sobre su participación en el desfile,
poniendo de esa manera en ridículo a Juanito en presencia de sus compañeros.
Lo común de las dos historias relatadas es
que en ambas hubo una verdad la cual fue manifestada de manera inapropiada, es
decir con una actitud inapropiada por parte de quienes aparentemente tenían la razón.
La recepcionista si bien tenía la verdad de su lado en cuanto al retraso del
paciente, ella saco ventaja de esto para maltratar al mismo. Un caso similar
vemos cuando el profesor pone en ridículo al niño en su clase y en cuanto a la
madre del niño, es evidente que actuó mal.
En este contexto, muchas
veces se puede pensar que el tener la verdad puede hacer buena a la persona.
Cuando en realidad puede mostrar lo contrario, si la persona es por ejemplo
intolerante, autoritaria o si simplemente esta de mal humor. Es altamente
probable que utilice esta "verdad" para causar daño a la otra persona
e incluso querrá justificar su actitud de indignación solo porque
circunstancialmente la "verdad" esta o estaba de su lado. Y este tipo
de actitudes se puede ver con mayor claridad en relaciones donde una de las dos
partes tiene mayor jerarquía o rango como por ejemplo: Jefe - empleado,
profesor - estudiantes, padres - hijos. Esto sucede porque muchas veces al
estar en una posición con mayor autoridad que otro, esto hace creer a estas
personas que tienen derecho de dar rienda suelta al mal carácter y a las malas
emociones; entonces con casi un instinto de un animal depredador saltan sobre
su presa sin compasión.
Pero también se puede ver
en relaciones entre pares o incluso en interrelaciones ocasionales como fue en
el caso del paciente y la recepcionista. En realidad el poseer verdad o la
razón en una determinada situación puede poner a prueba nuestras emociones y
actitudes hacia alguien que puede estar equivocado. Esta puede ser una de las
mejores oportunidades en las que se puede demostrar nobleza, tolerancia y
templanza; de ser así y si se actúa con estas características entonces es
posible aprender una importante lección que es “el respeto para con el prójimo” en circunstancias en las cuales
normalmente se puede tener la tendencia de gritar, agredir y además de
justificar nuestra conducta con la razón o verdad circunstancial que se puede
poseer. Recordemos que si queremos un mundo mejor el cambio debe comenzar con
nosotros mismos.
Y
recordemos que: “Cuando la verdad es expresada de mala manera, con palabras
hirientes y/o con actitud altiva, entonces queda desvirtuada”.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta,
vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
Gálatas 6:1
Escrito por: Walter
Daniel Poppe Villa Larrea
Enero, 2015
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